Dos facciones políticas serviles al imperialismo se pelean entre sí.
Por Jorge Arboleda
El 5 de abril, la policía
ecuatoriana invadió la embajada mexicana en Quito, lo que terminó en la captura
de Jorge Glas, quien fuera funcionario durante el periodo de Rafael Correa y
quien pidió asilo político en diciembre de 2023. La detención de Glas se dio
debido a que presentaba cargos por corrupción, además de que ya había sido
encarcelado por el caso de Odebrecht. Sin embargo, este operativo violó la
convención de Viena sobre la inmunidad de las embajadas, por lo que el gobierno
mexicano, así como varios otros países de la región, la Casa Blanca y la OEA
condenaron dicho operativo. [1] La tensión entre México y Ecuador
inició cuando AMLO, en una de sus conferencias diarias, decidió poner en duda
la legitimidad del gobierno ecuatoriano liderado por Daniel Noboa, aludiendo
que el asesinato del candidato Fernando Villavicencio favoreció al actual
presidente en dicha elección. [2]
Desde ese momento, el gobierno ecuatoriano declaró a la embajadora de México en
Ecuador como persona non-grata, y solicitó a la embajada mexicana que
entregara a Glas.
¿Por qué AMLO dio ese tipo de declaraciones en primer lugar? López Obrador tiene un completo desconocimiento sobre la política en otros países, y nunca se imaginó que sus declaraciones serían refutadas por la misma hija de Fernando Villavicencio, quien desechó la suspicacia del presidente mexicano. “Lávate la boca López Obrador antes de hablar de mi padre. A Fernando Villavicencio lo asesinaron los mafiosos que él siempre investigó. Algunos de ellos asilados en tus embajadas y en tu país. Qué poca madre tienes para dar estas declaraciones tan mediocres e inhumanas”, declaró Amanda Villavicencio en sus redes sociales, [3] y también recordó que su padre escribía sobre la supuesta colaboración de AMLO con el crimen organizado: “En Sinaloa/México, el presidente Manuel López Obrador, desciende del auto y se acerca a saludar gentilmente a Consuelo Loera, madre del capo del narcotráfico Joaquín Chapo Guzmán. El Estado de rodillas ante el crimen organizado. ¿Eso es lo que buscan en Ecuador?”. [4] La realidad es que a Obrador se le facilita hablar de políticos de otros países como si se trataran de los nacionales. Obrador considera que el mundo se divide en dos facciones: Liberales y Conservadores, y que él está en el equipo de los liberales a los que tiene que brindar apoyo, mientras que tiene que atacar al equipo de los conservadores. Esta lógica lo ha llevado a tomar partido a favor de personajes como Evo Morales, a quien rescató en 2019, o de Pedro Castillo, a quien defendió después de ser destituido de la presidencia de Perú. Sin embargo, sabemos que, en la imaginación de AMLO, otros miembros de su equipo han sido Biden y Trump (¡!), [5] mientras que la inclinación de Lula por el imperialismo chino ha significado más una rivalidad para Obrador que una amistad. [6]
Sin embargo, a pesar de su
ignorancia, a AMLO le funciona muy bien para su narrativa ser parte de una
facción progresista que lucha contra otra facción conservadora, mientras que
sus seguidores, así como analistas políticos y periodistas que simpatizan con
él, interpretan cada quién de manera diferente estas alianzas. La
interpretación más común es que el ala conservadora de América Latina es un
fiel servidor del imperialismo gringo, mientras que la facción progresista
lucha contra el dominio estadounidense. Un disparate que ya hemos debatido en
varias ocasiones, [7] ya
que la alineación política, económica y militar con los Estados Unidos es
evidente en el gobierno de México como en el de otros gobiernos “progresistas”.
Pero más allá de la falsedad de esta narrativa mencionada anteriormente, a
López Obrador le funciona para colocarse a sí mismo como líder moral y político
de la región, y es posible que también le sirva para protegerse en el futuro,
pues ya ha mencionado antes sus sospechas de que una vez que deje la
presidencia, sus opositores buscarán meterlo a la cárcel, por lo que puede que
piense que algún gobierno le dará asilo si algo así sucede, en reciprocidad por
sus acciones durante su periodo.
A pesar de la falsedad de esta
narrativa, lo que es verdad es que sí existe una evidente polarización política
en América Latina, la cual ya no ha adoptado únicamente una forma nacional,
sino ahora también regional. El triunfo de Milei en Argentina cayó como balde
de agua fría en los miembros del llamado Foro de Sao Paulo (la convención de
políticos izquierdistas de Latinoamérica) tal como sucedió con el triunfo de
Bolsonaro en Brasil en 2018, ya que este grupo de oportunistas con discurso de
izquierda son incapaces de realizar una autocrítica sobre el por qué no son tan
populares entre las masas como ellos quisieran, y por qué el pueblo sigue
votando “contra sus propios intereses”, y Milei ha aprovechado su breve momento
de popularidad para atacar a los presidentes de otros países como a AMLO y a
Petro, [8]
generando tensión entre los diferentes gobiernos de la región, que ahora se
amenazan entre sí con sanciones diplomáticas y económicas.
Como clases oprimidas, debemos
rechazar estos pleitos entre países latinoamericanos, pero sobre todo debemos
exhibir la naturaleza burguesa y proimperialista de estos gobiernos, y
reconocer que ninguna de estas corrientes políticas representa nuestros
intereses. Recalcamos también lo absurdo de contradicciones como el hecho de que,
por declaraciones e insultos, gobiernos amenacen a otros con sanciones y
ruptura de relaciones diplomáticas, mientras que ninguno de ellos ha querido
hacer lo propio con Israel, después de 6 meses de cometer genocidio en contra
del pueblo palestino.
Comentarios
Publicar un comentario