Entre la xenofobia, la gentrificación y el imperialismo.
Por Jorge Arboleda,
En octubre de 2018 una masiva
caravana de migrantes centroamericanos, principalmente hondureños, intentó
atravesar la frontera sur de México, con la intención de que la mayoría de
ellos llegara a los Estados Unidos. [1]
A pesar de que estas caravanas migrantes tienen una larga historia, era la
primera vez que una masa tan grande de personas intentaba pasar por México al
mismo tiempo, pues se trataba de por lo menos unas 7 mil personas a pie. La
respuesta de las autoridades mexicanas fue impedirles el paso, pues les pedían
una serie de trámites que implicaban la desarticulación de la caravana, pero
los migrantes presionaron para cruzar la frontera como pudieran, incluyendo
empujar la reja que la policía les cerró. En videos transmitidos en vivo por
grupos de prensa local y que se viralizaron en redes sociales, se podía
apreciar la xenofobia con que esta caravana era recibida, ya que los empujones
a la reja fronteriza fueron interpretados por mucha gente como un acto de
violencia y falta de respeto a nuestra nación. Desde entonces, han existido
muchas otras caravanas migrantes masivas, cada vez más numerosas, y con
personas que provienen de países cada vez más lejanos, como Venezuela, Ecuador
y Eritrea.
Este éxodo ha sido síntoma de la
gran crisis económica, climática y de seguridad que padece la región
latinoamericana desde hace años, que hasta hace poco tiempo era un fenómeno
silencioso y no provocaba mayor escándalo. Sin embargo, la crisis se ha
agudizado, y también otros factores hicieron que esta movilización masiva de
migrantes se convirtiera en un escándalo, como la política trumpista importada
a México por parte del movimiento obradorista, incluso meses antes de que AMLO
tomara su cargo como presidente. Durante las primeras caravanas masivas de
migrantes, existió todo tipo de acusaciones xenofóbicas y chauvinistas en
contra de ellos, encabezadas por el mismo AMLO, quien decía que eran incitadas
por fuerzas oscuras para desprestigiar al gobierno de Donald Trump e incidir en
las elecciones de los Estados Unidos, así como la criminalización de diferentes
activistas que han acompañado a estas caravanas, [2]
obviando el hecho de que millones de mexicanos son migrantes en el país vecino
del norte, donde reciben esas mismas acusaciones falsas.
Lo que siguió a estos discursos
chauvinistas por parte del oficialismo fue la represión de los migrantes que
intentaban cruzar hacia México, utilizando por primera vez a la nueva Guardia
Nacional como muro fronterizo al servicio del imperialismo gringo, y
convirtiendo a los centros del Instituto Nacional de Migración en campos de
concentración de migrantes, provocando incidentes terribles como el de Ciudad
Juárez en el que murieron 40 migrantes encerrados deliberadamente durante un
incendio. [3]
Sin embargo, la migración masiva
hacia México no ha parado, y a pesar de los discursos xenofóbicos, la población
mexicana ha comenzado a arropar en lo general a los migrantes, a pesar de que
continúan campañas en su contra, sobre todo de sectores conservadores y
ultra-nacionalistas. Ahora existen campamentos de migrantes en algunas ciudades
del país, como la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Ciudad Juárez y
Tijuana. Estos campamentos que se ubican en plazas públicas o barrios pobres
son una aglomeración bastante precaria de inmigrantes de varios países que
buscan trabajo en México, o una manera de continuar su camino hacia los Estados
Unidos.
En contraste, en las mismas
ciudades mencionadas, además de Oaxaca, las zonas más lujosas y las áreas
urbanas más céntricas han sido pobladas por inmigrantes estadounidenses,
quienes pasan un tiempo en México rentando viviendas a precios que para los
locales son completamente inalcanzables, y trabajando de forma remota, siendo
conocidos algunos de ellos, a manera de eufemismo, como “nómadas digitales”.
Ya han existido antes en México
ciudades pobladas por una gran cantidad de “gringos”, como Cancún, San Miguel
de Allende y Los Cabos, pero cada vez son más los pueblos en los que hay
colonias de extranjeros blancos que solo hablan inglés. Esto sucede en los
llamados “pueblos mágicos” (pueblos a los que el gobierno impone el
turismo como principal actividad económica) como Cuetzalan y Tepoztlán, y ahora
en las grandes ciudades, donde los precios de la vivienda, tanto la renta como
la venta, se han disparado de manera estratosférica. En los lugares donde
existen estas colonias de “gringos”, los dueños de algunos negocios pequeños
han aprovechado este fenómeno para convertirlos en refugio de extranjeros
blancos, dando su servicio exclusivamente en inglés, y discriminando a los
locales, especialmente a las personas de color que solo hablan español. Esto
les ha permitido subir sus precios y recibir dólares en lugar de pesos, pero
han propiciado que más extranjeros blancos se aglomeren en sus colonias y
vecindarios, desplazando a los mexicanos que no pueden pagar la renta, ni los
gastos de vivir en la misma zona que los “gringos”.
En enero pasado, se realizó una
marcha en la ciudad de Oaxaca para exigir al gobierno una regulación en el
arrendamiento de vivienda, donde se señalaba a los extranjeros, a las
inmobiliarias y a los dueños de negocios de servicios como los responsables de
la gentrificación en los barrios de la ciudad. La manifestación fue reprimida
con violencia por la policía municipal y estatal, y concluyó con personas
detenidas. [4]
Dos meses después, los hoteleros
de la zona turística de Mazatlán intentaron prohibir que músicos toquen banda
en la playa, debido a que los turistas norteamericanos se incomodaban con el ruido.
Inmediatamente el pueblo mazatleco se movilizó junto con músicos de banda para
exigir que esa prohibición se cancelara, despertando un sentimiento de rebeldía
contra los estadounidenses que buscaban modificar la cultura popular local para
su propia comodidad. [5]
Este problema se agudiza con la
política de seguridad impuesta por el gobierno estadounidense. El
desplazamiento de pueblos enteros por parte de grupos paramilitares que se
apropian de la tierra para que después compañías extranjeras exploten sus
recursos es cada vez más frecuente, y a pesar de que la taza de homicidios ha
disminuido en los últimos dos años, la forma en la que el capital extranjero ha
logrado colocarse en zonas de “conflicto” por el narcotráfico ha sido mayor.
Recordamos que la “guerra vs las drogas” en México solamente se traduce en una
táctica de la burguesía imperialista para mantener un estado de terror entre la
población, al mismo tiempo que se somete a la economía regional cada vez más al
dominio gringo, mientras que a su vez se aceleran ciclos de acumulación
capitalista mediante la destrucción de fuerzas productivas, aplastando la
economía local para permitir que el gran capital se apropie de los mercados. En
esta guerra quienes mueren son los más pobres de México, así como los
inmigrantes indocumentados que tratan de cruzar el país en condiciones de
extrema vulnerabilidad. Desde hace tiempo se sabe que muchos inmigrantes pobres
son “reclutados” a la fuerza dentro de las filas del crimen organizado, así
como también son secuestrados y a las mujeres se les abusa sexualmente.
Desafortunadamente por la falta de documentos, y por la lejanía de sus
familiares, en muchos casos se dificulta saber el paradero de muchos migrantes
que han sido víctimas de la violencia en México, lo que los suma a una enorme
lista de cientos de miles de personas desaparecidas en nuestro país que no han
sido encontradas. [6]
Hay un caso particular en el que
el año pasado un grupo de ciudadanos norteamericanos fueron secuestrados por el
Cartel del Golfo y luego este grupo delictivo publicó una carta en la que se
disculpaban por el secuestro, liberaron a los sobrevivientes, y entregaron a
los supuestos individuos responsables aludiendo indisciplina por parte de
ellos. En 17 años de guerra contra el narco, fue la primera vez que ciudadanos
estadounidenses o de cualquier país imperialista habían sido afectados
directamente por el crimen organizado, y la primera vez que uno de estos grupos
emitía una disculpa por ello, lo cual muestra el carácter de clase de esta
guerra, y su papel en la política migratoria que Estados Unidos impone sobre
México.
Por otro lado, como parte de una
política entreguista del gobierno mexicano y su obsesión con la inversión
extranjera directa, se ha favorecido a la especulación inmobiliaria en las
grandes ciudades del país, gracias a la corrupción de las autoridades y a la
ambición de empresas constructoras e inmobiliarias, algunas incluso de origen
sionista, que han aprovechado el fenómeno de migración desde los Estados Unidos
a México. En la Ciudad de México es famoso el caso del “Cartel Inmobiliario”, un
grupo mafioso de propietarios de inmuebles que están ligados al gobierno de la
alcaldía Benito Juárez, pero también hay un trato que Claudia Sheinbaum hizo
con Airbnb para favorecer a esta empresa para encarecer mucho más la vivienda.
El fenómeno migratorio reciente
ha despertado sentimientos chauvinistas sumamente riesgosos que deben ser
combatidos, ya que el rechazo a los “gringos gentrificadores” sin contexto ha
generado cierto grado de popularidad en consignas ultra-nacionalistas que son
replicadas por grupos de extrema derecha, los cuales rechazan también a los
migrantes centroamericanos, a los musulmanes, al movimiento de mujeres, al
movimiento de la diversidad sexual, y por supuesto, al comunismo. Por fortuna
estos grupos siguen siendo una minoría inofensiva, pero deben ser combatidas a
tiempo para evitar que crezcan, sobre todo en el marco de una crisis política
que la burguesía nacional padece desde hace 10 años, y que buena parte de este
chauvinismo nacionalista es alimentada desde el gobierno federal.
Para hacer frente a estos
problemas, debemos identificar el papel del gobierno mexicano y sobre todo de
las inmobiliarias en todo esto, además de la crisis global que afecta también a
una parte importante de la pequeña burguesía estadounidense, que los orillan a
mudarse a países donde el costo de vivir es mucho menor que en su país de
origen, aprovechando que sus ingresos son en dólares. Pero sobre todo, debemos
combatir la política imperialista de sometimiento a México como parte de un
bloque comercial en el que la clase obrera mexicana e inmigrante ponemos el
sudor, el suelo, el agua y la sangre, mientras que la clase dominante nacional e
imperialista se llevan las ganancias, y que ahora en momento de elecciones,
cabe recalcar que todos los partidos registrados en la boleta electoral son
servidores de la burguesía que nos explota, y que no existe ninguna perspectiva
de estos para atender la imposición en política migratoria, comercial o de
seguridad por parte de los Estados Unidos, por lo que nosotros mismos debemos
construirla.
¡Por una política
internacionalista que permita una vida digna para los migrantes pobres!
¡Por un programa de
arrendamiento y de vivienda asequible para la clase obrera!
¡Por la construcción de grupos
de autodefensa para poner fin a la guerra vs el narco!
¡Por un gobierno obrero,
campesino, indígena y popular que libere a los oprimidos del imperialismo!
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