Desmintiendo la guerra contra el narco. Un análisis sobre la propaganda de las autoridades mexicanas y estadounidenses.

"La última cena mexicana", pintura del artista callejero oaxaqueño Yescas.


Desmintiendo la guerra contra el narco. Un análisis sobre la propaganda de las autoridades mexicanas y estadounidenses.

 

Por Jorge Arboleda, Corriente Comunista Revolucionaria, 13 de marzo de 2025, www.bit.ly/ccrimexico

 

Antes de que Felipe Calderón declarara la guerra al narcotráfico en diciembre de 2006, al pueblo de México nunca le pareció que las drogas o los llamados "cárteles" fueran un problema mayor. Muchos asesinatos políticos en los 80s y 90s fueron atribuidos en primera instancia a grupos del narcotráfico, por lo que en el imaginario público era plausible que personas como el cardenal Jesús Posadas Ocampo, quedaran atrapados en el supuesto fuego cruzado por un enfrentamiento entre el Cártel de Sinaloa y el Cártel de los Arellano Félix, o que políticos como Luis Donaldo Colosio o Francisco Ruiz Massieu fueran víctimas de gatilleros del crimen organizado, y no de Raúl Salinas de Gortari como se supo después en el caso de Ruiz Massieu, ya que era sabido que estos grupos normalmente portaban armas, debido a la clandestinidad de su negocio y que eran recurrentemente perseguidos por el Estado o por sus rivales. Ya por el caso del cardenal Posadas, el gobierno detuvo a El Chapo Guzmán en 1993 (la primera de tres veces), supuestamente localizado en Guatemala, a pesar de que las autoridades guatemaltecas negaron completamente ese hecho. El caso emblemático del agente de la DEA Enrique Camarena es otro ejemplo, pues muchos años se dijo por parte del gobierno mexicano y de la misma DEA que su asesino era Felipe Caro Quintero, líder del Cártel de Guadalajara, versión que sostienen hasta la fecha, a pesar de que mismos agentes de la DEA como Héctor Berrellez descubrieron que su verdadero asesino era más seguramente un agente de la CIA, por descubrir el entramado entre dicha agencia, la SEGOB y el Cártel de Guadalajara para financiar, entrenar y armar a un grupo paramilitar que sería enviado a Nicaragua a combatir contra la revolución sandinista. Pero a pesar de la mala fama que tenían los narcotraficantes en México, nunca fue parte del imaginario colectivo que estos tuvieran ejércitos enteros a su disposición, armas de alto calibre de uso exclusivo del ejército, vehículos transformados en tanques, cohetes anti aéreos, ni un control tan profundo de la política mexicana, ni mucho menos que tuvieran imperios multinacionales de producción y trasiego de droga. Pero después de ese decreto de 2006, todo cambió.

Los primeros lugares donde Calderón mandó a los soldados fueron en Michoacán, donde comenzaron enfrentamientos con supuestos miembros de los cárteles, pero el lugar donde el horror fue más visible fue Ciudad Juárez al año siguiente. A partir de las matanzas y desapariciones en esa ciudad, fue que la gente comenzó a imaginar a los narcotraficantes como personas sumamente poderosas, sanguinarias y cuya carne de cañón era prácticamente infinita, pues los reportes oficiales hablaban de miles de hombres abatidos en supuestos enfrentamientos. Una vez que se dieron a conocer asesinatos de personas inocentes, como el caso de la masacre de Villas de Salvárcar, en el que un comando armado asesinó a 16 jóvenes de bachillerato, o cuando soldados asesinaron a dos estudiantes del Tec de Monterrey, fue que el gobierno se refugió en excusas como "daños colaterales", “ajuste de cuentas” o que “en algo andaban”. Ese “en algo andaban” se convierte en un mantra popular para cada caso de asesinato en el país.

A partir de ahí, todo el país estuvo en llamas, los narcotraficantes desde entonces parecen invencibles, son una fuente inagotable de hombres armados que cada que uno muere acribillado por el ejército o por policías, 100 más toman su lugar, además de que logran conseguir armas de manera inexplicable, y su organización parece ser tan poderosa que no se puede entender sin la colaboración de funcionarios públicos. El concepto de "Narco-Estado" comienza entonces a cobrar sentido, sobre todo por investigaciones de varios periodistas que logran descubrir el nexo entre políticos y funcionarios con el crimen organizado. El ejemplo emblemático de Narco-Estado es Genaro García Luna, el secretario de Seguridad Pública, quien es acusado por varias fuentes de colaborar con el Cártel de Sinaloa.

La DEA, así como algunos periodistas, ubican a El Chapo Guzmán como el narcotraficante más poderoso de México, un hombre analfabeto que no pasó de 4° grado de primaria que aparentemente controla el mercado internacional de la droga. Si lo dice una agencia estadounidense tan importante como la DEA, debe ser verdad, además era sabido que El Chapo escapó de prisión en el año 2001 de alguna manera, por lo que algo de influencia debía de tener el señor entre el gobierno mexicano. El Chapo aparece en la lista de Forbes de los hombres más ricos del mundo varias veces, con una fortuna estimada en los mil millones de dólares, a pesar de que no se cuenta con ningún dato que pueda sostener tal estimación.

La profesión de periodista comienza a ser extremadamente peligrosa, en especial entre los que investigan vínculos entre políticos y el crimen organizado. Pero no solo los periodistas, también los migrantes y los miembros de comunidades donde existe algún proyecto extractivo. Activistas de zonas rurales y marginadas desaparecen o aparecen muertos por oponerse a la mina, a la presa, al pozo petrolero, a la carretera, a la venta ilegal de ejidos, a la fábrica, a la planta termoeléctrica, a la tala de árboles, etc. Se comienza a especular sobre el papel de los cárteles en la operación de minas. El gobierno asegura de alguna manera que los Caballeros Templarios, un grupo liderado por un maestro rural en retiro conocido como La Tuta, vende toneladas de hierro a China a través del puerto de Lázaro Cárdenas.

Se crea también el concepto de “vacío de Estado”, es decir, que ante la ausencia del Estado y su completa incapacidad para crear infraestructura, brindar educación y servicios de salud, el crimen organizado sale al quite para crear una base social, por lo que comunidades rurales donde habitan estos criminales supuestamente logran tener estos servicios gracias a los cárteles. Una noticia muy sonada fue la de que El Mencho se mandó a construir un hospital privado especialmente para él en la comunidad de Alcihuatl en la sierra madre occidental, debido a su insuficiencia renal. Sin embargo, la documentación demuestra que dicho hospital claramente es una pequeña clínica pública, hecha con presupuesto público del Estado de Jalisco, y que no tiene ni la infraestructura ni el equipo necesario para atender pacientes con dicha patología. Después de la tercera captura de El Chapo, este es extraditado a EE. UU., donde enfrenta una cadena perpetua, y de la reciente captura de El Mayo, quien después se supo que era el verdadero líder del Cártel de Sinaloa y no su compadre, el siguiente en la lista de los narcotraficantes más poderosos del mundo era El Mencho, pero hace pocos meses se confirmó su muerte, debido precisamente a una falla renal. Desde entonces, se desconoce quién es el nuevo “jefe de jefes” que controla el negocio de la droga en México y en EE. UU. Recientemente estalló una supuesta guerra entre las facciones del Cártel de Sinaloa, convirtiendo a Culiacán y a zonas aledañas en verdaderas zonas de guerra, que recuerdan lo que fue Ciudad Juárez entre 2007 y 2011. Al principio existen narcobloqueos, pero después de la llegada de miles de militares, es cuando la violencia se dispara. Tanto en Michoacán, Ciudad Juárez, Culiacán, zonas fronterizas de Chiapas como Pantelhó y Chicomuselo, y en general en todo el país, se convierten en zonas de guerra solamente después de la llegada del ejército, por lo que es inevitable la correlación entre el fenómeno de militarización y el estallido de la violencia que provoca el desplazamiento de pueblos, el terror y la muerte de miles de personas. Laboratorios son decomisados, miles de presuntos criminales son abatidos, detenidos y extraditados, pero el flujo de droga solo sigue creciendo, y aunque una u otra organización criminal se debilita o desaparece, siempre existen las suficientes como para mantener el negocio creciendo, y la violencia junto con él. Esto ha sido una constante desde el mero inicio de la guerra contra el narco.

Lo que sabemos de esta guerra realmente es muy poco. Sabemos que en lo que va de 2006 a la fecha ha habido 500 mil homicidios dolosos, y más de 120 mil personas desaparecidas, así como más de 250 mil personas desplazadas de sus comunidades, de acuerdo con las cifras oficiales. Sabemos que se sostiene en tratados internacionales de seguridad entre EE. UU. y México, principalmente mediante la Alianza por la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) y la Iniciativa Mérida, rebautizada como Entendimiento Bicentenario. Estos tratados comprometen a México a comprar armas, tecnología de vigilancia y contratar servicios de entrenamiento en contrainsurgencia tanto de los EE. UU. como de Israel. Las fuerzas armadas mexicanas están adheridas en el Comando Norte de los EE.UU., y todas sus operaciones en México se hacen en coordinación con la inteligencia de dicho comando, así como de la CIA y de la DEA.

La DEA es quien generalmente designa a los narcotraficantes más buscados, además de que divulgan información bastante precisa sobre sus vidas personales, sus fortunas, sus zonas de influencia, su árbol genealógico, sus amistades, y sobre el producto que trafican. Sin embargo, a pesar de que la inteligencia estadounidense cuenta con toda esta información, siempre es extremadamente difícil dar con estos individuos para capturarlos. La DEA también es el origen de la percepción de que los narcotraficantes mexicanos son hombres sumamente poderosos y sanguinarios, que eliminan a sus víctimas dándolas de comer a tigres y leones, así como de historias de intrigas entre miembros de los cárteles. La DEA en ocasiones pareciera que se basa en telenovelas para describir las relaciones entre los narcotraficantes.

El concepto que se tiene de “Narco-Estado” nace del descubrimiento de lazos importantes entre políticos y funcionarios públicos con miembros de bandas criminales, además de incontables historias en las que policías o soldados han llegado a cometer algún crimen en nombre de alguna célula delictiva. Esto es algo de lo que Estados Unidos ha acusado a México en varias ocasiones, y es algo que no se puede negar. Sin embargo, la relación que existe entre el Estado mexicano y el narcotráfico se ha interpretado como si el narcotráfico infiltrara al gobierno, o como si fuera más poderoso y el gobierno fuera dominado por este. La realidad apunta más bien en sentido contrario. De acuerdo con Luis Astorga, en su libro “El siglo de las drogas”, [1] el narcotráfico es una de tantas mafias que existen en México, la cual prácticamente nace del mismo control Estatal de dichas mafias, por lo que la relación entre Estado mexicano y narcotráfico coloca al primero siempre por encima del segundo, es decir, que el narcotráfico como actividad siempre ha estado vigilada y controlada por el Estado mexicano de diferentes maneras. Nosotros en nuestra Tesis sobre la Guerra Contra las Drogas consideramos que este control fue afianzado a partir de la llamada Operación Condor en los años 70s, en la que, con el pretexto de combatir al narcotráfico, el ejército mexicano llevó a cabo varias operaciones de contrainsurgencia como parte del papel que jugaba en la Guerra Fría. [2]

La historia del Cártel de Sinaloa es básicamente la historia de campesinos pobres que se dedicaban al cultivo de marihuana y amapola o “dormidera”, como era conocida en los años 70s. Testimonios de personas que pertenecían al cártel antes de 2006 refieren que era prácticamente un negocio familiar de habitantes de ciertas zonas de lo que se conoce como El Triángulo Dorado. No existe evidencia de que antes de ese año el cártel fuera una organización vertical, ni fuertemente armada, sino que recibían una riqueza por traficar drogas, pero nada parecido a lo que se nos menciona en la historia reciente.

En el año 2012 se dio a conocer la operación Rápido y Furioso, una serie de movimientos por parte del gobierno de Estados Unidos que realizó entre 2006 y 2011, sin conocimiento del gobierno mexicano, para filtrar armas que supuestamente tenían el objetivo de localizar a los grupos criminales para poder desarticularlos. Sin embargo, dichas armas se dispersaron de manera que nunca fueron localizadas y de esta manera estos grupos obtuvieron estas armas. En el año 2021 el gobierno mexicano demandó a armerías de los Estados Unidos por la venta de armas que fluyen a México, sin embargo, esta demanda no tiene nada que ver con el caso de Rápido y Furioso, sino que el argumento es que la venta de armas en EE. UU. indirectamente ayuda a los cárteles a armarse. Sin embargo, esto también omite el hecho de que México compra armamento a EE. UU. mediante los tratados ya mencionados, y que también compra armas de origen israelí, las cuales han sido en muchas ocasiones ubicadas en las manos de los cárteles. Si grupos como el CJNG tienen ametralladoras de alto poder, lanza cohetes, armas anti-aereas y otro tipo de armamento de uso exclusivo del ejército estadounidense, no es porque estas lleguen de contrabando desde EE.UU. ni por la operación Rápido y Furioso, sino que estas son directamente compradas por el gobierno mexicano y de alguna manera llegan a los grupos criminales.

El 18 de septiembre del 2011 sucedió una fuga masiva de tres cárceles en el Estado de Veracruz en donde se dijo que eran 32 reos los que se habían escapado. Dos días después, aparecieron 35 cuerpos abandonados en una camioneta en la zona comercial del puerto de Veracruz con una narco-manta. El gobernador Javier Duarte (hoy preso), aseguró que eso le pasaba a la gente que “obraba mal”, y aunque no se hizo la relación oficial, se especuló que los cuerpos correspondían a los presos fugados. Sin embargo, una investigación basada en testimonios de funcionarios públicos y por la denuncia de familiares, descubrió que los cuerpos correspondían a personas que habían sido raptadas por la policía estatal cinco días antes durante una fiesta por la celebración del día de la independencia en la colonia Formando Hogar. Casos como este abundan en todo el país, una masacre perpetrada supuestamente por grupos criminales donde las víctimas eran otros criminales resultó ser un crimen perpetrado por fuerzas del orden, ya sea policías o soldados, a personas que no tenían ningún antecedente criminal. [3] Los falsos positivos que se conocen apuntan a que muchas de las masacres, asesinatos, desapariciones y extorsiones relacionadas a la guerra contra el narco en realidad son producidas por las mismas fuerzas armadas o policías.

La relación que existe entre la violencia y la proliferación de industrias extractivas tiene muchas evidencias. Si bien esto sucede principalmente en zonas rurales, ejidos y fuera de las grandes ciudades, esto ha contribuido a que la información oficial sea difícil de contrastar. Sin embargo, es una realidad que en zonas donde supuestamente el crimen organizado domina y provoca el terror, las industrias extractivas no tienen mayor problema para operar, y peor aún, se enfrentan con menos resistencia por parte de las comunidades afectadas. En Tamaulipas, donde los Zetas provocaban un ambiente de extremo miedo, las empresas de extracción de hidrocarburos conseguían este recurso de la mano de los mismos Zetas. [4]

En Guerrero existen numerosos conflictos derivados de la minería. En el año 2014 se llevó a cabo una ejecución extrajudicial de 22 jóvenes que presuntamente buscaban comprar armas al ejército, y soldados los acribillaron aludiendo a que eran miembros de un cártel, esto en el municipio de Tlatlaya, Estado de México, vecino del municipio de Arcelia, Guerrero, el cual estaba gestando un movimiento de autodefensas debido al aumento de la violencia relacionada con la actividad minera.

Ese mismo año se llevó a cabo la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, una escuela de maestros que está adherida a la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), la cual es una organización marxista que lucha por la educación pública y gratuita, cuyos miembros regularmente se enfrentan al gobierno y a sus fuerzas represivas por diversas luchas que llevan a cabo. Los estudiantes de la FECSM regularmente son reprimidos fuertemente por su acción directa, como el secuestro de camiones para realizar sus prácticas en zonas rurales, o incluso para actividades políticas. Un antecedente reciente previo a 2014 fue cuando en 2011 alumnos de Ayotzinapa cerraron el paso de la carretera México-Acapulco en protesta por la reforma educativa, y policías vestidos de civil abrieron fuego contra ellos, asesinando a dos estudiantes. Sin embargo, la escuela también se encuentra en una zona minera, a una hora de la mina Equinox Gold, la cual es una de las más grandes minas de oro del país, y la actividad política de la Normal Rural de Ayotzinapa incluye también el apoyo a las comunidades cercanas, las cuales regularmente tienen conflictos con las minas. Si bien la desaparición de los estudiantes concuerda perfectamente con crímenes anteriores por parte de las fuerzas represivas del Estado, en especial con los militares, es posible que también esté relacionada con la actividad minera en las comunidades cercanas. Después de todo, la evidencia y los testimonios apuntan directamente a la policía y al ejército, y las versiones que manejan la intervención del crimen organizado parecen ser más un intento del gobierno mexicano y hasta de la DEA de evitar que se manche aún más la reputación de las fuerzas armadas.

El principal impulsor de esta guerra es precisamente EE. UU., pues se sabe ahora gracias a un cable de Wikileaks que en 2006 la embajada estadounidense presionó a todos los candidatos a presidentes de la elección de ese año para que aseguraran que se llevaría a cabo una militarización para combatir al narcotráfico, incluyendo a AMLO. [5] Pero más allá de ese cable, los tratados como la ASPAN y la Iniciativa Mérida fueron promovidos desde Washington, el Pentágono es quien provee de armas tanto a fuerzas estatales mexicanas como a grupos paramilitares, ya sea de una u otra forma, y las operaciones de “inteligencia” que realizan las instituciones mexicanas de seguridad las hacen en coordinación con la CIA, la DEA y el ejército estadounidense. En meses recientes el ejército de EE. UU. y la CIA han anunciado incursiones de drones para espionaje en los estados del norte de México, y el loco multimillonario que co-dirige la Casa Blanca, Elon Musk, afirmó en su cuenta de Twitter que ahora que los cárteles han sido designados terroristas, eso faculta a Washington para bombardearlos. [6] Si bien esto suena muy descabellado y podría solo ser propaganda gringa con la finalidad de presionar al gobierno mexicano, las amenazas de una invasión directa de los EE. UU. para supuestamente combatir al narco son cada vez más frecuentes, sobre todo porque hay acusaciones directas de la Casa Blanca de que el gobierno mexicano colabora con los narcos, aunque no muestra realmente una prueba de ello, pero es verdad que es de conocimiento público la cantidad de relaciones que han tenido políticos y funcionarios con grupos criminales y mafiosos, como se ha mencionado antes.

Y es que existen algunas relaciones que inexplicablemente están ahí en el ojo público. Tomemos como ejemplo Guerrero, un Estado gobernado por Evelyn Salgado, quien estuvo casada hasta antes de ser candidata, con el hijo de Joaquín Alonso Piedra, alias El Abulón, quien según las autoridades era un operador del Cártel de los Beltrán Leyva. Joaquín Piedra era también compadre de Félix Salgado Macedonio, padre de Evelyn. El diputado del PRD Bernardo Ortega Jiménez es hijo de Carlos Ortega Rosas, alias La Ardilla, y hermano de Celso Ortega Jiménez, quienes lideran la banda criminal conocida como Los Ardillos. [7]

En los años 40s uno de los narcotraficantes más buscados en Sinaloa era Francisco de la Rocha, un ex policía que se dedicó al cultivo de Amapola, su hermano Rafael era diputado del distrito de Tamazula en Durango. En esos mismos años, se destruyó un plantío de amapola cerca del rancho propiedad del diputado Francisco Landavazo, cuyos trabajadores eran pagados por él para el cultivo de la amapola, y entre los detenidos estaba un agente de la policía de Prevención Social, primo de Francisco. En los años 50s, uno de los principales narcotraficantes de Baja California era Salomón Maldonado Sánchez, quien era pariente cercano del gobernador de dicho Estado, Braulio Maldonado, y en esos mismos años se detuvo al exjefe de la policía judicial del mismo estado con posesión de heroína. Para 1957, los lugareños de la zona conocida como Nudo de Ábrego entre Coahuila y Nuevo León afirmaban que los dueños de las rancherías donde se producía marihuana eran propiedad del general Jesús González, y que su pariente, Guillermo González Cuellar era quien distribuía la yerba. Guillermo González Calderoni, jefe de la Policía Judicial Preventiva, era compadre de Miguel Ángel Félix Gallardo, otro miembro del Cártel de Guadalajara, hasta que González lo traicionó en 1989 y lo encarceló. [8]

Existen un par de casos emblemáticos al respecto en el periodo moderno de la guerra contra las drogas en México. En 1997 fue detenido el general Jesús Gutiérrez Rebollo, el jefe del Instituto Nacional de Combate a las Drogas, (INCD) por presuntamente proteger al narcotraficante Amado Carrillo Fuentes. Hoy su hijo, César Gutiérrez Priego, es un asesor legal del ejército, y compite para ser magistrado del Poder Judicial. César Gutiérrez es bastante activo en redes sociales y se encarga de llevar a cabo propaganda en favor del ejército en lo que respecta a casos de represión y la guerra contra el narco.

Otro caso es el de Omar García Harfuch, de quien nos referimos en un artículo anterior de la siguiente manera: “Omar García Harfuch es hijo de José García Paniagua, un prominente político priista que fungió como comandante de la extinta Dirección Federal de Seguridad, en la que jugó un papel clave durante la guerra sucia en la que se reprimió y desapareció a miles de personas disidentes al gobierno en los años 70’s. También es nieto de Marcelino García Barragán, quien fue secretario de la Defensa Nacional y responsable de la masacre de estudiantes en Tlatelolco en 1968, así como del asalto al IPN en el Casco de Santo Tomás, la toma de la UNAM y la represión generalizada del movimiento estudiantil durante ese año. Si bien uno no debe ser culpable de los crímenes de sus padres, ya sus antecedentes familiares son por lo menos problemáticos. Sin embargo, eso no es todo el problema con García Harfuch. Durante la trágica noche de iguala en la que la Policía Municipal y la Policía Federal, con ayuda del ejército, secuestraron a 43 y mataron a 3 estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero, él era coordinador de la Policía Federal en ese estado, además de que, de acuerdo con una investigación de la periodista Anabel Hernández, existen varias evidencias de que lo implican en dicho acto de desaparición, así como de vínculos con un grupo del crimen organizado: “Hay seis elementos irrefutables que implican a García Harfuch en los hechos ocurridos en Iguala: Uno: la acusación directa y oficial del testigo "Juan”. Dos: la agenda encontrada a Sidronio Casarrubias cuando fue detenido en octubre de 2014, a quien el gobierno acusa de ser miembro de [el grupo criminal] Guerreros Unidos; en ella estaba el nombre y teléfono de García Harfuch. Tres: en su expediente policiaco de la Unidad de Asuntos Internos se afirma que desde 2012 reprobó los exámenes de confianza y que en la prueba del polígrafo (detector de mentiras) delató sus vínculos con el crimen organizado. Cuatro: Luis Antonio Dorantes, ahora detenido, el 26 de septiembre de 2014 mantuvo informado a García Harfuch de todo lo que ocurría en la base de Iguala, (…). El quinto elemento es la investigación realizada por la Unidad de Asuntos Internos de la PF en 2017, en la cual se revela que la PF en Guerrero estaba penetrada por el crimen organizado. Dorantes y muchos otros elementos de la corporación bajo el mando de García Harfuch trabajaban para narcotraficantes. Y el sexto hecho que lo incrimina es la propia confesión de Omar García Harfuch ante la PGR.”

García Harfuch fue, además, secretario particular de Luis Cárdenas Palomino, quien permanece preso por el delito de tortura en el enredado caso del montaje de Los Zodiaco, quien además era uno de los personajes más allegados a Genaro García Luna dentro de la SSP, y con quien comparte una acusación por narcotráfico y recibir millonarios sobornos del Cartel de Sinaloa en una corte de Nueva York.” [9]

En los archivos desclasificados de la extinta DFS y del CISEN, existen datos que corroboran que narcotraficantes como Rafael Caro Quintero, líder del Cártel de Guadalajara, así como Rafael Guajardo Aguilar, cofundador del Cártel de Juárez, tenían credenciales de la DFS, y de hecho, la credencial de Guajardo fue dada de alta por orden del entonces Subsecretario de Gobernación, Javier García Paniagua, el padre de García Harfuch. [10]

El involucramiento de la DEA y la CIA en el tráfico de drogas tiene también amplia documentación, pues no se trata solamente del caso Camarena y la Contra Nicaragüense. Hay de hecho toda una página de Wikipedia dedicada a este tema. El historiador Alfred W. McCoy aseguraba que la CIA protegía a los traficantes afganos de heroína, además de que les proveía de transporte y armas, con la finalidad de combatir la ocupación de la URSS en Afganistán. [11] La CIA ayudó también al tráfico de opio entre China, Birmania y Tailandia como una manera de obtener fondos para el Kuomingtang. [12] El dinero del narcotráfico que la CIA usó para financiar a la Contra Nicaragüense también se usó para financiar la Contra de Irán, de acuerdo con la investigación de Gary Webb. [13] Existe todo un historial de acusaciones por parte de funcionarios del aeropuerto de Mena en Arkasas donde se denuncia que dicho sitio era el lugar donde la CIA importaba la cocaína proveniente de Colombia. En este caso, el designado para investigarlo fue un policía del Estado de Arkansas que fue víctima de un ataque con ántrax, por lo que al final fue la misma CIA la que se investigó a sí misma y cerró el caso del aeropuerto de Mena. [14]  En el año de 1989, EE. UU. invadió Panamá para aprender al general Manuel Noriega, con la finalidad de rebatir los documentos que fueron interceptados por los sandinistas cuando derribaron un avión estadounidense en Nicaragua, que contenían bastante información que apuntaba a que Noriega operaba como narcotraficante para financiar a la Contra Nicaragüense, además del financiamiento que recibían por el Cártel de Guadalajara. [15] En 1996, Ramón Guillén Dávila, el jefe antinarcóticos de Venezuela y agente de la CIA, fue acusado por un juez por introducir cocaína en Miami desde Colombia. En su defensa, Guillén aseguró que sus operaciones de contrabando eran aprobadas por la misma CIA. [16]

Todo apunta a que las mismas agencias de los EE. UU. son las principales beneficiadas con el tráfico de drogas, pues es un gran negocio con el que además han logrado que Washington controle políticamente a varios gobiernos de América Latina, y pensar que lo que los gringos consideran su “patio trasero” no sea estrictamente controlado por el aparato de inteligencia y espionaje más sofisticado del mundo es por lo menos ingenuo. La propaganda de la guerra contra el narco debe ser desmentida, pues ya han pasado 18 años de masacres en las que los mexicanos sufrimos terror y dolor debido a los intereses imperialistas de nuestro vecino del norte, así como de la clase dominante que nos explota en nuestro país, junto con el gobierno que es cómplice de estos crímenes.

 



[1] Ver en Luis Astorga: El siglo de las drogas. Del porfiriato al nuevo milenio, Ed. Penguin Random House, Ciudad de México 2016, p. 152-164

[2] Ver en CCR: Tesis sobre la Guerra contra las Drogas en México y las tareas de los revolucionarios, 18 de diciembre de 2024, https://ccrimexico.blogspot.com/2024/12/tesis-sobre-la-guerra-vs-las-drogas-en.html

[3] Ver en Miguel Ángel León Carmona: Permiso para matar, Capítulo 7: Enemigos en el discurso y cómplices en la guerra, https://permisoparamatar.org/capitulo/7

[4] Ver en Guadalupe Correa-Cabrera: Los Zetaz Inc. La corporación delictiva que funciona como empresa transnacional, Capítulo X: La Guerra de los Zetas y el sector energético de México, Ed. Planeta, Ciudad de México 2018, pp. 165-194

[5] Ver en WikiLeaks: Cable 06MEXICO505_a: Apocalypse not: AMLO assures ambassador he will have a strong, sound administration, https://wikileaks.org/plusd/cables/06MEXICO505_a.html

[7] Sobre esto ver en Jorge Arboleda: El narco vs Morena en Guerrero: Una falsa dicotomía, 31 de julio de 2023, https://ccrimexico.blogspot.com/2023/07/el-narco-vs-morena-en-guerrero-una.html

[8] Ver en el libro mencionado anteriormente de Luis Astorga: El Siglo de las drogas, pp. 68, 72, 87, 89, 90 y 155.

[9] Sobre esto ver en Jorge Arboleda: Mario Delgado y García Harfuch. Dos secretarios emblema del régimen. Los últimos nombramientos de los secretarios de Seguridad y de Educación Pública, 5 de julio de 2024, https://ccrimexico.blogspot.com/2024/07/mario-delgado-y-garcia-harfuch-dos.html

[10] Ver en Alejandro Ruiz: Narcos y políticos: agentes secretos del gobierno. Expedientes que vinculan a narcotraficantes, políticos y funcionarios con los aparatos de inteligencia del Estado mexicano, son parte de los documentos que el Centro Nacional de Inteligencia no ha entregado al Mecanismo de Esclarecimiento Histórico de los crímenes cometidos durante la Guerra Sucia, 22 de agosto de 2023, en Pie de Página, https://piedepagina.mx/narcos-y-politicos-agentes-secretos-del-gobierno/

[11] Ver en Alfred W. McCoy: The politics of heroin: CIA complicity in the global drug trade, Afghanistan, Southeast Asia, Central America, Colombia, Lawrence Hill Books, Chicago 2003, p. 385

[12] Ídem, p. 287

[13] Ver en Gary Webb: Dark Alliance: The CIA, the Contras, and the Crack Cocaine Explosion, Seven Stories Press, 2014

[14] Ver en Terry Reed and John Cummings: Compromised: Clinton, Bush and the CIA, SPI Books, New York 1994, pp. 105, 146, 216, 238 y 239

[15] Ver en Alexander Cockburn y Jeffrey St. Clair: Whiteout: The CIA, drugs, and the press, Verso Books, New York 1999, pp. 282-304

[16] Ver en Howard G. Chua-Eoan y Elaine Shannon: Confident Games, en Time Magazine U.S., 29 de noviembre de 1993, https://web.archive.org/web/20120429155350/http://www.time.com/time/magazine/article/0,9171,979669,00.html; ver también en Rus Kick: You are being lied to: The Disinformation Guide to Media Distortion, Historical Whitewashes and Cultural Myths, The Disinformation Company, Nueva York 2001, p. 132; Tim weiner: Venezuelan General Indicted in C.I.A. Scheme, en New York Times, 20 de julio de 2012, https://archive.is/Bf00

Comentarios