Por Jorge Arboleda, Corriente Comunista Revolucionaria, sección mexicana de la CCRI
La rivalidad entre las grandes potencias
ha escalado en los últimos años, y estas potencias presionan a los países
semicoloniales para mantenerlos en uno de los bandos en pugna. En el caso de México
ha sido mediante diversos mecanismos que Estados Unidos ha usado para asegurar
el control económico y político de nuestro país.
Uno de los mecanismos de control
más importantes es el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC), que es la
actualización del anterior Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Si bien el TLCAN fue la forma en que un sector de la burguesía mexicana logró
consagrarse como empresarios multinacionales, pues sus empresas tienen
presencia tanto en Estados Unidos como en otros países del mundo, la naturaleza
del TMEC está más relacionada con mantener a México como un socio comercial
estratégico para evitar que China logre conquistar los mercados norteamericanos
desde la frontera sur.
Un ejemplo de cómo podría pasar
esto es a través de la industria automotriz, en la cual las empresas chinas han
logrado entrar con mucha fuerza, pues se estima que dentro de poco dominarán el
mercado mexicano de los automóviles. Esta es una de las razones por la que un
personaje como Elon Musk decidió apoyar ampliamente la campaña de Donald Trump,
pues, como mencionamos en otro espacio, el ahora presidente electo de los
Estados Unidos tiene más interés en enfocarse en su rivalidad con China que en
otros frentes, en especial, después de los fracasos de la administración de
Biden en Medio Oriente y en Ucrania, y ya que Musk es dueño de una importante
marca automotriz, está interesado en detener a la competencia que viene de
oriente.
Recientemente, tanto Trump como
Justin Trudeau mostraron su descontento con la entrada de empresas chinas al
mercado norteamericano desde México, por lo que amagaron con dejar a México
fuera del TMEC, algo que suena absurdo, pero ante ello, la presidenta Claudia
Sheinbaum decidió responder en favor de Estados Unidos y Canadá, ofreciendo lo
que se ha llamado el “Plan México”, que consiste, a grandes rasgos, en reducir
las importaciones desde China y sustituirlas por mercancías producidas en la región
norteamericana.
Lamentablemente esta no es la
única medida que toman los países imperialistas vecinos para controlar la
economía mexicana, pues desde 2007 México adoptó una serie de tratados de
seguridad con Estados Unidos como la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de
América del Norte (ASPAN) y la Iniciativa Mérida, que en 2020 fue rebautizada
como “Entendimiento Bicentenario), que se concretaron en lo que conocemos como “guerra
contra el narco”, con las cuales el aumento al gasto militar y el despliegue de
fuerzas castrenses se han traducido en despojo de tierras ejidales y comunales
para la imposición de proyectos extractivos e industriales ligados a empresas multinacionales
canadienses y gringas. De esta forma, mediante la sangre y el terror, el
imperialismo norteamericano ha impulsado la industrialización de México y
Centroamérica, para buscar que en la región se produzcan los bienes que actualmente
se importan todavía de China, lo que ya le ha costado a México la vida de casi
500 mil personas, y la desaparición de más de 100 mil.
Es importante impulsar un
movimiento antiimperialista real que logre independizar a México de las garras
de las potencias imperialistas que nos dominan, sin caer en las garras de otras
potencias imperialistas en el camino. Solamente una revolución socialista
encabezada por la clase obrera podrá darnos esa independencia.
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