Por Jorge Arboleda, 31 de mayo
de 2024.
Este domingo son elecciones
federales en México. Se elegirá al próximo presidente de la república, a 128
senadores y a 500 diputados federales, así como a 1,000 diputados locales, 7
gobernadores, 1,767 presidentes municipales, un jefe de gobierno de la Ciudad
de México, y además miles de regidurías y sindicaturas.
Estas elecciones son posiblemente
las que menos expectativas han generado en muchos años, debido al desánimo que
ha provocado en muchas personas todos los candidatos y partidos que participan
en esta contienda, incluyendo, por supuesto, a Morena. Esto es debido a que el
llamado "gobierno de la Cuarta Transformación" no ha logrado un
cambio en la vida de la clase obrera mexicana, y se ha dedicado únicamente a
gobernar para las élites que López Obrador
denunciaba durante 18 años, así como para el imperialismo gringo. Pero también
es debido a que la oposición política de México ha caído a niveles bajísimos de
popularidad, tanto por la gran desbandada de políticos oportunistas que
cambiaron drásticamente a Morena, como por la carencia de simpatías de quienes
encabezan estos partidos (PRI, PAN, PRD y MC) hacia las clases oprimidas. Esto
ha generado que en las encuestas Claudia Sheinbaum se coloque como la líder por
casi 20 puntos porcentuales, por lo que es prácticamente imposible que algo
evite que sea la próxima presidenta.
Pero a diferencia de lo que
muchos opinan, esto no es debido a que se trate de lo que se conocía en los
años del bonapartismo priista como "elección de Estado", en la que
las elecciones eran un mero trámite en las que todo el aparato del gobierno se
volcaba a evitar que los candidatos opositores tuvieran una mínima
participación. Si bien es verdad que el Estado mexicano aún utiliza muchos de
los aparatos bonapartistas que se han heredado de esa época, como la compra de
votos, la extorsión patronal y la cooptación de bases clientelares a partir de
programas sociales, esto es algo que emplean todos los partidos, ya sea que
estén en el gobierno o no. Aun así, se sospecha con mucha razón que el aparato
del gobierno ha actuado en muchos casos para favorecer a los candidatos de Morena
de diferentes formas, lo que resta mucha credibilidad y legitimidad a las
elecciones, pero sigue siendo un proceso muy diferente a la llamada
"elección de Estado".
Por otro lado, en diferentes
regiones del país, el panorama es trágico debido a que han sido asesinados 36
candidatos a diferentes puestos de gobierno, principalmente a presidentes
municipales. Esto a pesar de que AMLO ha dicho que estas elecciones serán
"las más limpias de la historia". El caso más impactante y
perturbador de esta violencia posiblemente sea el de José Alfredo Cabrera,
candidato de la alianza PRI-PAN-PRD para presidente municipal de Coyuca de
Benítez, Guerrero, ya que su asesinato fue captado en cámara mientras estaba en
un mitin apunto de subir al templete. Sucesos como este han alimentado
hipótesis sobre la influencia del crimen organizado y el narcotráfico como el
principal elector en el país, e incluso las fiscalías han usado al crimen organizado como la explicación simple a estos asesinatos. Pero no es tan sencillo como simplemente pensar
que los candidatos que se oponen al narcotráfico son asesinados, como si
existiera una verdadera confrontación entre políticos y los grupos del crimen
organizado.
Los procesos electorales en
México siempre han estado bañados de sangre, incluso antes de la "guerra
vs las drogas", debido a que el régimen priista construyó una tradición de
cacicazgo que se hacía valer a través de la violencia, las intrigas y la
extorsión. Los principales actores de esta tradición han sido grupos de base
priista que tienen una estructura corporativa como Antorcha Campesina, la CROC, la
CROM, y sindicatos charros como los adheridos a la CTM, así como empresarios y
terratenientes. Actualmente esta tradición caciquil continúa y ha adoptado
formas nuevas, ahora con el elemento del crimen organizado, los grupos
paramilitares y la militarización del país, pero no es una cuestión única del
narcotráfico, ni tampoco obedece a la lógica de que estas personas son
asesinadas por oponerse a criminales.
La principal razón por la que un político es asesinado antes de una elección es para que su contrincante tenga la facilidad de adquirir el poder económico y político que le otorga ser un funcionario público, en especial si es del poder ejecutivo. Además de obtener acceso a las arcas del gobierno, quien ocupa estos cargos es capaz de comprar con ellas la fidelidad de la policía y otras instituciones, mientras que puede ser recompensado por personas muy ricas si obedece a lo que estas le piden en cuanto a contratos oficiales para obras civiles, cambios en el uso de suelo, o generar algún tipo de negocio entre sus empresas y el gobierno local. Es muy común que los empresarios más ricos de algún municipio sean también los políticos más prominentes. Por lo general, los políticos entran a la contienda plenamente conscientes de que el crimen organizado es un poder fáctico regional con el que no buscarán confrontarse sin el pleno respaldo del gobernador del Estado o del gobierno federal, por lo que es difícil pensar que alguno de estos candidatos se negó a colaborar con alguna organización criminal. Por el contrario, es más común que los grupos criminales esperen hasta que las elecciones se lleven a cabo y las personas tomen sus puestos para iniciar negociaciones con ellos e intentar comprar sus lealtades, sin embargo, pesa más la negociación con grupos empresariales regionales o multinacionales antes de que los grupos criminales aparezcan, pues también sucede que los segundos están subordinados a los primeros en muchas ocasiones. Claro que, también suceden casos como en Aguililla, Michoacán, en donde el CJNG es denunciado por algunos pobladores de extorsionarlos para que voten para la presidencia municipal a favor de la actual síndico Elsa Contreras Sánchez.
La corrupción en el gobierno es algo generalizado sin importar que AMLO y su partido repitan todo el tiempo que la corrupción se redujo, pues, aunque el gobierno obradorista afectó a algunos negocios corruptos escandalosos, ha alimentado a muchos otros muy similares, por lo que la naturaleza de estos asesinatos debe de entenderse más allá de la guerra vs las drogas. Estas dinámicas de cacicazgo y corrupción obedecen a los intereses empresariales e imperialistas que gobiernan a nuestro país, a través de los diferentes políticos y funcionarios que gobiernan y luchan por ocupar estos cargos, a través de las instituciones del Estado como la policía, el ejército y también a través de grupos paramilitares que ejercen, con la fuerza y el terror, la voluntad de las multinacionales que saquean los recursos naturales y del imperialismo gringo en particular, que mantiene la economía mexicana dominada a través de tratados de libre comercio como el TMEC, y por supuesto, también bajo la dinámica de guerra bajo el pretexto de combatir al narcotráfico, por lo que una democracia libre de violencia en nuestro país tendrá que venir de una revolución socialista que le arrebate el poder a la clase dominante causante de todos estos males, para ser reemplazada por un gobierno de los trabajadores, los campesinos y los indígenas, y un primer paso para lograr esto es la formación de grupos de autodefensa a nivel nacional que confronte y derrote a las fuerzas militares y paramilitares que trabajan para la clase dominante y el imperialismo.
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